miércoles, 4 de febrero de 2015

Experiencias - "Siempre hay alguien que viene a rescatarte cuando menos lo esperas"

El viernes fue un gran día. Tuve colapsado el whats app debido a la fotografía que pasé a todas las personas queridas que han estado ahí día por día mimándome y precupándose por mi estado. Ese día sentía que debía hacer sonreír a todas esas personas que lloraron por mí cuando supieron la noticia y que vinieron a verme cuando más lo necesitaba. Si ya estaba feliz de sentirme bien tras una simple ducha y algo de coqueteo conmigo misma... Imagínate cómo podría estar al recibir mensajes de puro amor y alegría por todos tus seres queridos. Me sentí tan abrazada y arropada como aquella vez que estaba en el hospital recibiendo el amor de todo el pueblo. Es indescriptible esa sensación. Rebosas amor dentro y fuera de ti. Sientes que nada te falta y que eres privilegiado por tener algo tan valioso como el AMOR con letras mayúsculas. 



No suficiente con todo ello, por la tarde tuve la visita de una amiga del pueblo que tuvo que irse a Madrid para trabajar. Me encantó y no me la esperaba. Precisamente le envíe la foto del anterior post con la frase "El Dolor no es Impedimento para Sonreír", porque es una persona que ha rezado cada día por mí, además de encender velas a nuestra virgen. Es una persona que me ha impresionado mucho en esta situación que estoy viviendo, pues sí que hemos sido compañeras de clases y vivido algún que otro momento juntas pero no hemos sido amigas íntimas. Recuerdo que me escribió una carta cuando estaba en el hospital y que hizo caso a mi mensaje del libro de feria. Me hizo mucha ilusión recibir sus palabras, porque dieron mucha fuerza a mi corazón e hicieron que me perdiera entre sus líneas cuando estaba encerrada en esas cuatro paredes sin poder moverme tras la operación. Ella perdió a un familiar por esta enfermedad y ha tenido a una hermana en ella también, con lo que sabe muy bien qué se siente con esto. Me trata como a una más en su familia, y es que esta enfermedad termina uniendo a todo el mundo de un modo u otro. Será un bicho malo, pero el condenado, que bien que nos une. Con esto se le da importancia a lo realmente importante, por ello comparto contigo esta situación de mi vida. Cuando salga de esto, cerraremos este libro y nos veremos paseando por la calle en los ojos de otros, pensando que al final fue una historia de cuento de hadas, pero tú y yo sabemos que no lo es y que así es la vida misma, llena de sube y bajas inesperados. 

Inesperadas las visitas que tuve como bien te dije antes. Una de ella es esta chica tan especial que trabaja en casa de una mujer que la trata como a una hija y a la que realmente le hace falta compañía porque sus hijos están repartidos por el mundo. Y otra chica que también tiene un corazón muy especial y que le encanta ayudar a las personas tanto discapacitadas como no discapacitadas. Pasé una gran tarde tomando té con ellas. La semana de quimioterapia, aunque suelo estar apática y sin ganas de ver a nadie, vino a verme mucha gente y me di cuenta de que pese a que no tenga ganas, si las atiendo, al final con la conversación me activo y todo el mal desaparece. Así que desde entonces, me he venido obligando aún estando cansada para despertar al cuerpo. 

Hubo otra visita que me agradó bastante y no fue el viernes, sino el jueves. Vino a verme porque me escribió una carta hace meses junto con una poesía que me dedicaba por un texto que le regalé hace años llamado "El Alma del Escritor". La cuestión es que no entendía bien la letra de su carta y quería que me la tradujera. Llevaba meses para venir pero nunca se atrevía por no molestar, así que tras encontrarnos en la frutería le dije que se acercara a visitarme. Se presentó el día que me da el bajón. El jueves es cuando estoy más floja, de hecho, ella me vió la cara y quiso irse, pero le insistí en que por favor se quedara, pues todo desaparecería en cuanto pasara un rato. Y así fue, el tiempo pasó volando que llegó la hora de comer y mi madre ya estaba en casa preparando la comida. Agustina Durán me dijo que volvería con sus libros y poesía para perdernos en el mundo mágico de las palabras. ¿Cuántas veces habré contado con ella en la emisora? Que buenos programas hemos hecho juntas. Es una mujer de sabias palabras, pues se las regala el campo porque sabe observarlo desde bien chiquitita. 

El sábado por la mañana se volvió a repetir la misma historia del viernes. El dolor volvió y llamó a la puerta, pero esta vez el llanto no fue tanto como en el día anterior. Vinieron a comer mis primas y justo cuando estaba terminando de comer... tuve que salir corriendo de casa de mi abuelo al piso de mi madre para ir al servicio, pues llegaba la tortura del dolor y como en casa no se hace en ningún lugar, más si después de ello tienes que lavarte para aliviar el dolor. Cuando subieron mis primas, yo estaba tumbada frente a la estufa gimiendo por el dolor de la espalda, de hecho, me equivocaron con mi perrita Mechas. Mi madre llegó y me preguntó que si me dolía tanto. Le dije que si. Se me saltaron las lágrimas y me dió un masaje con la crema. Vi el cielo cuando puso sus manos en mi espalda. Me dijo que descansara un poco, y traté de hacerlo, pero no era capaz de dormir en el sillón, así que me puse a cocinar desde las 17:00h hasta las 19:00h. Llevaba tiempo queriendo hacer flan, bizcocho y bolitas de coco. Esa tarde lo hice todo junto y quedé satisfecha porque preparé dulces sanos y sin azúcar. En vez de un bizcocho integral de plátano y pasas, hice la masa para ponerlas en los moldes de las magdalenas junto con las bolas de coco. Con el agua de haber hervido el flan en la olla express, derretí chocolate puro en un cuenco al baño maria para darle una cobertura de chocolate a las bolitas. El resultado del chocolate no fue bueno porque le eché algo de leche y lo destrocé, pero al final obtuve lo que quería. Fue una tarde muy productiva, pero además se me presentó una visita inesperada una vez finalizé. Parecía que se lo habían dicho. Mónica se presentó con unos dulces y nos tomamos una infusión de frutos rojos y rooibos. Estuvo desde las 19:00 hasta las 22:00. Ella dijo que sabía que no hacía bien en traer dulces, pero le contesté que no importaba, que de vez en cuando debo darme caprichos y que no me los he quitado del todo. Los pasteles de Marabé son una gozada, sobre todo la "Lengua de Vaca" y el "Mil Hojas de Crema y Trufa". Pero ya no me saben igual de bien que antes, y no es porque estén peor, sino porque mi paladar no es tan adicto al azúcar, con lo que cuando los tomo, el azúcar camufla el sabor del resto de ingredientes. Había uno que era pura azúcar. Le dije a Mónica que si le redujeran el baño de almíbar y aumentaran un poco la canela, ganaría más. Ella me dijo: "Sí, pero ya no sería dulce de Marabé" Cierto amiga, ya no sería dulce de Marabé, mi paladar ha cambiado y ya no me atraen tanto los dulces. Lo que hace el hábito...

El domingo también fue productivo, y pese a que el dolor seguía vigente en mi día a día, pude ayudar a mi madre con las tareas del hogar. Bueno, tampoco puedo hacer mucho. Mi cama, recoger la ropa que me deja en la habitación, recoger la vajilla y fregar la del desayuno, poner a punto la estufa y poco más.  Bueno, también hubo sesión de belleza. Mi madre me puso henna para nutrir el pelo y aproveché la arcilla verde que sobró por la noche para aliviar el dolor de la almorrana y me la puse en la cara. Así que estuve con la cara verde y la cabeza de color rojizo. La henna sirve para nutrir e incluso teñir el pelo, pero en este caso, de forma natural. María José, la enfermera de oncología a la que tanto admiro, me dijo que ya que no podemos nutrirlo desde dentro debido a la quimio, que lo nutra por fuera. ¡El resultado es impresionante! El pelo tiene más brillo, está más fuerte y ha vuelto a su color castaño, pues lo tenía muy claro y fino. Después de esa sesión tuve que ponerme mona, aunque como siempre, para estar bien conmigo misma pues no podía salir con el día que hacía y estaba en los días críticos de poder caer con un resfriado o gripe. La tarde se fue volando con una peli y palomitas. Llegó nuevemante la noche y se hizo larga y pesada con los dolores de espalda que me despertaban cada dos por tres.

La mañana del lunes me desperté destrozada por el dolor de la espalda y me la pasé sentada en el baño muerta de dolor. Era mucho peor que el viernes, pues venía dura y me costaba mucho hacer de vientre. Ya llevaba varios días así. Si la diarrea es mala, cuando viene dura es mucho peor, pues mi cuerpo no ha defecado heces espesas desde hace meses y además mi vientre entero fue removido con la operción, con lo que lleva un tiempo que vuelva a su estado natural y cuando empujas lo haces desde el mismo diafragma porque las tripas y el vientre no tienen fuerza, y los músculos tienen que volver a crearse. Es como parir, pues empujas con todo el cuerpo, aunque no están los dolores de las contraccciones, pero si los del recto, pues había veces que me tenía que levantar de la taza y andar para camuflar el dolor que sentía dentro. Supongo que cuando me duele tanto, es que está rozando la herida que debe haber a 7 centímetros del recto a consecuencia del tumor. Ahí veo las estrellas, chillo y lloro. Que irónica es la vida, antes no tardaba ni un minuto en estas cosillas y ahora debo sentarme tranquilamente y estar como media hora con el señor roca. Una vez pasé eso, me fui al sofá, pues a penas había descansado y me quedé sin fuerzas tras hacer de vientre, de hecho, se me quedaron todas las entrañas destrozadas, tan destrozadas, que cuando andaba, daba pasos cortos y lentos. Me tumbé en el sofá y me quedé dormida desde las 9 hasta las 10:30 de la mañana que apareció mi madre a por algo. Vuelvo a ir al servicio para lo mismo que hace una hora y media larga y me siento nuevamente en el sofá toda dolorida pensando en que debía desayunar aunque no tuviera ganas. No se me quitaba el malestar del vientre ni de la espalda. ¡De repente! ¡Suena el móvil! ¿Quién será? Cuando lo miro... ¡Es María José! ¡La enfermera! ¿Qué querrá?

- ¡Buenos días María! ¿Cómo estás?
- Hola María José. No estoy muy bien, acabo de ir al baño a hacer de vientre y ha sido bastante duro.
- Vaya, te he pillado en el peor momento mujer. Te llamo para concretar la hora del taller.
- María José, no lo tengo listo del todo.
- Venga María, si lo tenías todo preparado.
- Sí, pero lo he cambiado tras hablar contigo. 
- Bueno, pues entonces lo aplazamos si quieres a otro día.
- La verdad, tenía pensado hacerlo cuando una compañera de psicología comienze a relizar sus prácticas en la asociación. Son el día 17.
- No nos puede caer en carnavales.
- Déjame mirar el calendario. Tendría que ser el jueves 19 de Febrero.
- Pero ese día no estaré yo...
- Esta bien, intentaré tenerlo para este jueves, pues quiero que me acompañes tú. Entre hoy lunes y mañana martes te confirmo cuando lo tenga terminado para que tengas la seguridad de que voy. 
- Perfecto. ¿A qué hora te viene bien el jueves?
- Las mañanas tardo mucho en amanecer. 
- Digo por la tarde.
- Pues... ¿Sobre las 18:00h?
- Perfecto. Me dijiste que necesitrías un proyector, ¿verdad?
- Sí.
- Estupendo. Pues el jueves nos vemos sobre esa hora.
- Vale María José. En cuanto lo tenga todo listo te escribo.

¡Increible! Estaba apática, dolorida y sin ganas de nada, pero la llamada me vino caída del cielo igual que un ángel. No me acordé del taller con el dolor. Sabía que tenía que organizarlo pero no encontraba el momento y mira que tenía una carpeta en el ordenador para el taller desde hace un mes. Esa carpeta estaba llena de vídeos, imágenes y audios que tenía que montar y preparar. De hecho, la semana anterior había escrito algo sobre el taller y nació un proyecto interesante que tengo que proponerle a la asociación, pero todo el dolor tiró por los suelos lo que pretendía hacer durante esa semana. Bueno, realmente no ha sido el dolor, sino que he tenido que trabajar en fortalecer la mente para mandar a paseo el mal. Ese día no fue mi mente, el lunes me rescató María José. Una vez anoté el día y la hora, colgué el teléfono y me preparé el desayuno. Comí alegremente pensando en todo lo que debía hacer. Llamé al fisioterapeuta para pedir cita. Organicé toda la casa, me duché y me puse con el taller. Cuando me vi algo bloquedada, lo dejé y me fui a la cocina. Vi el reloj, eran las 13:00h y pensé en que debía hacer de comer, pues habían sobras del día anterior y era comida muy pesada. Era carne de ternera o garbanzos, y si me cuesta hacer de vientre y le doy eso al cuerpo, no ayudará, sino que lo empeorará. Preparé una sopa juliana con puerro, apio, zanahoria y cebolla, pues era lo que tenía a mano. Faltaban ingredientes, pero estos eran suficientes para ayudarme con la digestión y el tránsito instestinal. Cocinando me dió la hora de comer. ¡Genial! La verdura reina en el menú y me ayudará. Bebí bastante agua antes de comer. Una vez terminé de comer, tuve que ir al baño nuevamente y... bueno, ya sabes que hay detrás de la puerta, para qué contarte nuevamente que se pasa mal. Me tumbo temblorosa en el sofá hasta que se vuelve a aliviar el malestar. Me duermo unos minutos y vuelvo a despertar para ir al baño. Regreso al sofá y me quedo dormida hasta que todos han desaparecido de casa para regresar al trabajo. Me despierto y me levanto para prepararme la merienda aunque no tenía ganas, pero hay que meter fruta y líquido para nutrirnos y ayudar a que la defecación sea más llevadera. Me como el mango a desganas y vuelvo a ojear qué meter en la presentación PowerPoint para el taller. No monto más que dos platillas, hablo con mis amistades por whats app a esperas de ese masaje tan necesitado. 

Al fin dan las 20:30 y llamo a mi madre para pedirle que me lleve. Me acerca en coche y entro en la consulta. Llamo y me atiende Juan. Me pasa a una habitación donde está la camilla especializada para masajes. La tiene ambientada para que pueda desnudarme. Me pide que me quite la ropa de arriba y que cuando esté lista tumbada en la camilla, le llame. Me explica que me pondrá una bombilla infraroja para dar calor pero que ésta no me hará daño aunque esté con quimio. Palpa el cuello y las distintas zonas de la espalda para detectar las que están cargadas. En cuanto me toca siento dolor por algunas zonas, especialmente en la parte de la médula espinal que está por debajo de la espalda y justo en la cintura. Cuando comienza con el masaje... siento alivio y dolor. El cuello y la espalda se descargan rápido, pero cuando me toca por arriba, la zona de abajo comienza a doler y a pinchar. Sus manos aliviaban y despertaban el dolor a la vez. Mientras me daba el masaje hablabamos de algunas cosas, como por ejemplo, que mi madre me dijo que tomara paracetamol para calmar el dolor de la espalda el fin de semana, pero preferí aguantarlo porque mi cuerpo ya tiene suficiente con tener que filtrar y eliminar la quimio, como para además darle un medicamento que lo quitaría momentánemante o incluso ni lo eliminaría pero sí perjudicaría a mi organismo haciéndole trabajar más de la cuenta, cuando lo que realmente le hace falta es que descarguen la tensión acumulada en los músculos por falta de ejercicio. Él me dijo que había hecho lo propio.  Sonó el timbre, pensé que era mi madre y que ya había pasado el tiempo, pero Juan seguía. Él me dijo que me no me daría mucho tute porque al día siguiente me dolería la espalda y no quería que lo pasara mal. Cuando ya estaba en lo mejor del masaje ya se había terminado. Me quedé como nueva y salí muy contenta de allí. Me dijo que fuera el miércoles sobre la misma hora para ver cómo seguía. Esa noche dormí estupendamente, sólo me desperté tres veces con los pinchazos. ¡Al fin! Algo de paz en el sueño.

La mañana siguiente finalicé el taller de terapia del sonido para la Asociación Oncológica Extremeña, y me fui a duchar alegre pensando en que debo exponerlo sola en casa para calcular tiempos y ver que no me quedo corta ni larga con lo que había preparado. Así que dejé que asentara para exponerlo al día siguiente. El martes fue un gran día, pues acabé enérgica después de montar las diapositivas y escoger el material musical que utilizaría. Aquí te dejo una muestra de la diapositiva final de la presentación PowerPoint. Diapositiva que dejaré de fondo mientras juego con los sentidos de los asistentes a través de la música y sonidos rescatados para que adiestren a su mente y jueguen con ella sin darse cuanda que están aprendiendo un mecanismo de defensa que les ayudará en muchas situaciones.





2 comentarios:

  1. Hola María;

    Sin duda, sentirse arropada es muy importante, sobre todo en los momentos no tan buenos, porque reír, brindar y llorar en compañía sienta mucho mejor. Me encanta que estás caminando sin dejar esa sonrisa atrás y que la compartas con todos, como estás haciendo. Como bien dices, este bicho malo, lo que une el joio, jejeje... A por todas con el taller de mañana y por muchos nuevos más. Un abrazo. Raquel

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    1. Gracias Raquel. Un abrazo bien fuerte. Disfrutaremos en el taller.

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